viernes, 13 de noviembre de 2015




Ismos:

El término ismos hace referencia a las diversas tendencias o escuelas artísticas que surgieron a partir de la primera década de 1900. A continuación encontrarás una breve descripción de algunas de ellas, que deberás ampliar en la práctica 3.

Expresionismo: nació en Alemania y pretendía reconstruir la realidad, expresar la angustia de la vida por las limitaciones sociales impuestas al hombre y relacionar la literatura con la plástica y la música.

Cubismo: movimiento artístico francés. Construyó una disposición gráfica de las palabras: caligramas, sustituyó lo sentimental por el humor, asoció elementos imposibles de reunir y trabajó el desdoblamiento del autor.
Futurismo: surgió en Milán con Filippo Tomaso Marinetti y rompió con todos los signos convencionales de puntuación, sintaxis y ritmo. En su lugar había que escribir signos matemáticos, musicales o imitación de sonidos. Exaltaba la belleza de las máquinas e industria.

Dadaísmo: fundado en Zurich por Tristán Tzara para oponerse al pasado violento de la guerra, sus poemas eran una sucesión de palabras y sonidos sin aparente lógica. Tiene, en general, un todo de rebeldía y destrucción.

Ultraísmo: movimiento español que reaccionó en contra del Modernismo. Propició el uso del verso libre y el desarrollo de la metáfora.

Creacionismo: Vicente Huidobro fue su principal exponente. Afirmó que el poeta era como un pequeño Dios.

Surrealismo: Surgió en Francia con André Bretón quien estudió el inconsciente del que había hablado Freud y lo plasmó en la escritura automática, que consistía precisamente en poner en el papel las ideas tal como se fueran presentando sin ninguna corrección; pretendió también crear un hombre nuevo y destruir todo rasgo sentimental.

Existencialismo: Si bien fue un "ismo" surgió al terminar la Segunda Guerra Mundial y su interés se centraba en la existencia humana: su razón de ser, el tiempo, la libertad del hombre.
Existieron muchos más "ismos", sin embargo no los abordaremos todos desde aquí.



Sismos:
Los sismos desde el punto de vista literario. Esa fue la propuesta de la escritora chilena Maite Sasia, con su novela "Antes del miedo".
La autora confesó que el libro surgió como una auto terapia, porque le tiene terror a los temblores. Recuerda que primero escribía en su diario, pero que luego comenzó a preguntarse cuándo fue el primer sismo, cuándo empezaron, cuántos han habido, etc.
La escritora recordó que su miedo comenzó cuando tenía 10 años, con el terremoto del 85, cuando su casa se cayó por completo.
Fue justamente ese temor, los recuerdos de ver su casa por el suelo, los gritos de la gente, los que la motivaron a convertir su miedo en algo positivo.
La autora confiesa que entonces decidió hundirse en sus miedos, investigar más sobre la historia de los sismos en Chile y escribir una novela.
Recuerda que cuando revisó la tabla de terremotos, se dio cuenta que los registros comenzaban con la llegada de los españoles y que para atrás no había nada. Ahí se dio cuenta que podía inventar algo de los sismos en la época pre hispánica y que así surgió la primera historia de la novela.
"Antes del Miedo", no sólo una novela, es un libro que entrelaza historias de ficción con datos históricos de los sismos en Chile y en este capítulo de Chile Telúrico te invitamos a conocer a su autora, Maite Sasia, quien reveló detalles de cómo surgieron cada uno de los capítulos , qué temblores vuelven a la vida a través de esta historia literaria y sísmica.




Futurismo:
El futurismo es el movimiento inicial de las corrientes de vanguardia artística, fundado en Italia por Filippo Tommaso Marinetti, quien redactó el Manifeste du Futurisme, publicado el 20 de febrero de 1909, en el diario Le Figaro de París.





´Huesos De Mis Bestias.¨

La ciudad vieja, carcomida por el sol, negra, levantada frente al mar, casi indiferente. Ya nadie sabe lo que era. En ella Obregón pintó talismanes, esqueletos de peces rojos, vientos, plantas como animales fosforescentes erguidas contra el horizonte, oscuridades sin fondo, privilegios de la visión (hacia adentro), emociones, sensaciones de luz; si estoy pintando y cae un relámpago, queda ahí, en el cuadro, con su energía, su naturaleza, como una barracuda, un voluptuoso volcán o una aurora, una espina de sangre o una toronja abiertasacando su color de la tierra, pájaros de hueso o manchas vivas, siempre más allá del pensamiento, hechas para los ojos («el órgano más sensible del tacto», decía Maurice Maeterlinck). 

Algunas influencias tuvo Obregón (Picasso, Graham Sutherland, Tamayo, Goya... Barranquilla), pero una influencia no es tomar algo de aquí, otro poco de allá; no, una influencia es saber qué tan lejos podemos ir, cuánto hay que exigirle a la pintura, hasta que alumbre. Y no fue fácil. La pintura figurativa colombiana anterior a Obregón condenó a los abstractos (aunque Obregón no lo era, como Fernando de Szyszlo, ni quería serlo: el arte abstracto no lo entiendo), los señaló como a una enfermedad, como a la deshumanización que se tomaba también el arte: el fin del hombre, que desaparecía con todas sus virtudes y miserias, con su rostro de minero o con sus redondos hombros de boga, con su piel de barro, con su martillo y su overol, con su rapiña y su éxodo sin tierra, con su pobre corazón como un ave lastimada aleteando entre las enrojecidas paredes del pecho. Toda una generación de artistas denunciaba a la que surgía; la atacaba con burla, con encono, con trampas, con desprecio, porque el arte abstracto nacía vendido, de espaldas al gran conflicto, ajeno al hombre, a quien le dolía haber nacido en su propia tierra americana, que no era suya.